jueves, noviembre 29, 2012

Una candidatura que elimina propaganda del competidor, le falla al ciudadano

Finalizada la vorágine de las elecciones municipales, todo comienza aparentemente a volver a un estado de menor efervescencia política.
Permítanme entonces una reflexión…

En períodos de campaña suelen darse enfrentamientos entre adherentes, visibles fundamentalmente a través redes sociales, pero también observables en las calles de cada comuna. No es aislada la existencia de enfrentamientos entre comandos opositores que se disputan espacios para ubicar sus afiches de campaña.

Pero lo que llama la atención es que los comandos de campaña no solo se preocupan de instalar propaganda propia, sino que hay una preocupación especial en hacer desaparecer, romper o ridiculizar los afiches de campaña de las candidaturas opositoras. Y hablemos claro, esta práctica es generalizada y sistemática. Los afiches rotos, los panfletos anónimos, entre otras cosas, no proliferan producto de la teoría de la generación espontánea. Estas prácticas ocurren comúnmente y como ciudadanos lo sabemos.

En términos prácticos, lo que una candidatura busca al dedicarse a romper propaganda ajena es invisibilizar a las demás candidaturas, intentando monopolizar la publicidad en un territorio. Ese monopolio de la propaganda genera un daño enorme a la ciudadanía, entendiendo que la decisión de votar debe ser consecuencia de un proceso de información respecto a alternativas de oferta.

Para entender el costo de oportunidad de nuestra decisión, debemos tener claridad respecto a las alternativas existentes. Si el ciudadano no conoce las alternativas, no podrá dimensionar cuál es el costo de oportunidad de elegir a un candidato. De aquí nace una pregunta: ¿No será que las candidaturas buscan que la ciudadanía no conozca el costo de oportunidad de votarles y para eso buscan invisibilizar a sus contendores?

Para que la oferta política sea conocida por la ciudadanía, la propaganda en una elección debería ser igual para todos los candidatos competidores (igualdad de propaganda en términos de cantidad de ella). Lo anterior bajo la lógica de que el ciudadano debe tener igual acceso a la información de la oferta de candidatos y programas.

Por tanto, ese acto tan mínimo de invisibilizar al oponente, lejos de hacer un favor a su propio candidato, está realizando una acción profundamente antidemocrática, pues le niega al ciudadano el derecho de informarse de las opciones que tiene y del costo de oportunidad que deberá asumir al momento de sufragar por una candidatura.

Álvaro Jorquera Mora
@jorqueramora